dijous, 30 d’agost del 2012

JUST BE THE Nº1?

Viendo un programa de televisión me he emocionado al ver como los ganadores de un concurso lloraban de alegría al conocer la noticia. Sonreía mientras los miraba y pensaba: "Cómo los entiendo". Y en realidad no es así porque no sé qué se siente en el momento en el que alguien pronuncia el nombre de tu grupo en una competición, a pesar de las veces que me he subido a un escenario. No he experimentado nunca la sensación de llegar la primera a la meta, a pesar de la cantidad de carreras que he corrido. No conozco el sentimiento que invade tu cuerpo cuando tienes en tu poder los números correctos. Nunca he gritado de emoción al conocer ese resultado tan esperado. 

Nunca he ganado nada. 

Pero los entiendo. Entiendo ese sentimiento de felicidad absoluta, de subidón de adrenalina, de recibir algo como el mejor premio que te podrían dar. Porque, por suerte, he recibido muchos premios a lo largo de mi vida. Algunos de ellos tienen nombre, otros tienen sonido de carcajada, unos pocos son el sabor salado de las lágrimas, muchos se marcan en el calendario y todos ellos son mis valiosos trofeos. No hablo de logros personales, de alcanzar esa meta que te pusiste a ti misma hace años y que por fin has conseguido. No me refiero a terminar tus estudios, ni a recibir un reconocimiento especial. No hablo de las personas que hacen que tu vida sea maravillosa. No. 

Y no puedo explicar con palabras a que me refiero, porque es una sensación tan abrumadora que no logro encontrar la manera de transmitirla. Se siente y ya está. Sin un motivo, sin una razón, sin que haya pasado nada fuera de lo cotidiano, te sientes ganadora, triunfadora. Te sientes rodeada de gente aplaudiéndote y vitoreando tu nombre, mientras lloras de emoción. O mientras te lavas los dientes. O mientras miras por la ventana. O mientras te atas los zapatos. O mientras ves un programa de televisión dónde un grupo acaba de enterarse de que son los ganadores.

Me encanta tener una vida estándar, con las vitrinas vacias y sin intención de llenarlas. 





*Y ahí va el secreto: me encanta pasar tiempo sola porque es el momento que dedico a escuchar los aplausos y los vitoreos que el resto del tiempo se ven ahogados por el millón de cosas a las que tengo que atender.*

dimecres, 29 d’agost del 2012

ELLA. MI HOGAR.


Ruido. Ni una brizna de aire entra por el balcón. Alguien grita en la calle, parecen gritos de alegria, de viernes por la noche, de fiesta, de "eh, soy jóven y quiero pasármelo bien". Las voces que salen del metro cantando una canción de moda contrastan con la tranquilidad y el silencio de dónde estoy. Respiro hondo y me concentro en disfrutar de la primera noche de la semana que tengo tiempo para mi. Acabo de llegar a casa y busco algo que me de paz. Ahí está ella, como cada día cuando llego a casa, dormida, ajena a todo ruido y a todo grito ensordecedor de juventud y de fiesta sin fin. Me siento a su lado para tocarla. Es uno de los mejores momentos del día. Apoya su cabeza sobre mis piernas mientras suspira y me da un beso. Que preciosa es cuando en su cara se refleja todo lo feliz que es. Que somos. 
En la calle siguen los ruidos, los cánticos y las risas estrepitosas. Me levanto a cerrar los porticones. No me gustaría que nada enturbiase su sueño, no quiero que se contamine de la necesidad de salir para ahogar las penas. Ella es así. Feliz con lo que tiene, feliz con pasar un viernes noche descansando, con poder dedicarse a soñar y a disfrutar de no tener preocupaciones. Por eso la amo, porque ella se muestra tal cual es: alegre, traviesa, extremadamente cariñosa, cabezota, orgullosa, desconfiada, fiel, dependiente y apasionada. 
                                         
Me tumbo a su lado a disfutar de su paz. La abrazo mientras recuerdo historias que hacen que se me escape una sonrisa. Cierro los ojos y la beso. Vuelvo a sonreir. Suspiro. Sé que no podría estar en ningún lado mejor que con ella. Porque ella es mi hogar.



dimecres, 1 d’agost del 2012

CUANDO NO ESTÁIS

Después de dedicaros todos mis sentidos durante las 24 horas del día, una se queda huérfana cuando el silencio invade la casa.



Miro a mi alrededor y me pregunto... ¿y ahora qué?